Guillermo Galetti, conocido como “El ladrón de chatarra”, es docente y artista en Villa La Angostura, en la provincia argentina de Neuquén. Con una comunidad de más de 300 mil seguidores, convierte materiales reciclados y técnicas de herrería en caricaturas biomecánicas y obras interactivas para enseñar a sus alumnos a través del juego.

Guillermo vivió en zonas rurales de Buenos Aires, donde, por la economía y la distancia a la ciudad, fabricaban sus propios juguetes. “Improvisaba con elementos descartados, de cartón a maquinaria agrícola antigua”, recuerda el docente. 

Este hábito de reutilizar, potenciado por bibliotecas y juegos libres, se transformó en destreza técnica y en una filosofía de “con poco, hacer mucho”.

Arte lúdico al servicio del aprendizaje

Galetti es profesor de Educación Física, pero sus clases trascienden lo convencional. Ideó caricaturas biomecánicas (modelo físico artesanal de movimiento) para enseñar rutinas deportivas y técnicas complejas de manera sensorial y tridimensional. «Manipular un modelo físico supera a muchos simuladores virtuales. El estímulo sensorial y la manipulación interactiva enriquece el aprendizaje», sostiene.

Las maquetas y experimentos con chapas y herrajes pasaron rápido de ser recursos didácticos a piezas virales en redes, con fans de todas las edades y profesiones que valoran su carácter auténtico y didáctico.

Guillermo combina su saber de herrería industrial con la docencia técnica en la EPET N°28. Su taller es su “área sagrada”, un pequeño laboratorio repleto de herramientas heredadas y materiales donados. Allí, desarrolla proyectos simultáneos, de escultura a prótesis ortopédicas recicladas, bajo el lema de aceptar —y aprovechar— las imperfecciones del material.

El futuro de la educación técnica

Galetti resume su pedagogía en la creatividad, el compromiso social y el trabajo concreto: «La forma en que transformamos el mundo material, la función y la estética, es un lenguaje tan claro como universal. Si el docente es motivador y la propuesta es creativa, transmitimos un mensaje poderoso».

Además, critica la imposición de la alta tecnología sin sentido pedagógico y reivindica un aprendizaje activo, donde los alumnos sean autores y protagonistas, constructores de sus propios saberes y herramientas. La educación técnica, sostiene, debe dejar de ser un “simulacro” teórico para pasar al ámbito real, práctico y empírico.

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