Hasta mediados de los años 90, Eigg, una isla de 8 por 5 kilómetros en las Hébridas Interiores de Escocia, pertenecía a un artista alemán que sólo la visitó cuatro días en dos años. Cansados de esa situación y del poco interés en el desarrollo local, sus cerca de 110 habitantes decidieron unirse para comprar la isla. 

En 1996 comenzó una campaña de recaudación de fondos que, con ayuda de aportes comunitarios, ahorros personales y una donación anónima de más de un millón de euros, lograron reunir 1.75 millones de euros para concretar la compra un año después.

Este hecho histórico permitió que Eigg se convirtiera en una comunidad autogestionada, donde las decisiones sobre el futuro del lugar están en manos de sus residentes, quienes cultivan un compromiso colectivo por la sostenibilidad y el cuidado del entorno natural.

Un modelo pionero en energía renovable y vida sostenible

En 2008, Eigg se volvió la primera comunidad del mundo que vive desconectada de la red eléctrica convencional. El suministro eléctrico se genera mediante un sistema integrado de energías renovables —eólica, hidráulica y solar— que se complementan para mantener la generación constante y se adapta a diferentes condiciones climáticas. Aunque cuentan con generadores de respaldo, alrededor del 90% de su energía proviene de fuentes limpias y locales.

Este sistema no solo mejora la calidad de vida al eliminar la logística compleja y costosa asociada a los combustibles fósiles, sino que también protege a la comunidad frente a la escalada global de precios de la energía. Los residentes utilizan estufas de leña para calefacción que garantiza el suministro con un proyecto forestal sostenible que combina tala controlada, reforestación y conservación de bosques nativos.

La vida comunitaria 

La isla es un ejemplo vivo de organización comunitaria, con una infraestructura que incluye una tienda de comestibles, cafetería, oficina postal y espacios para visitantes. Su población, que ronda los 110 habitantes, fue capaz de evitar la despoblación que afecta a otras comunidades rurales o isleñas, aunque enfrenta el reto de garantizar viviendas permanentes para quienes viven en alojamientos temporales.

Además, Eigg promueve el turismo responsable atraído por sus paisajes, biodiversidad y lugares únicos como la playa Singing Sand, cuyos granos de cuarzo emiten un sonido característico. Además de la formación rocosa An Sgurr, vestigio de una erupción volcánica hace 58 millones de años.

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