La convivencia entre carpinchos y vecinos en Nordelta (un barrio privado construido sobre humedales en el norte del Gran Buenos Aires, Argentina) se volvió un tema recurrente en los últimos años. El avance de la urbanización redujo el hábitat natural de estos roedores, considerados los más grandes del mundo, y los empujó a habitar canteros, parques y calles del barrio. El resultado fue un aumento de encuentros, accidentes y conflictos. Según datos oficiales, en el primer semestre de 2025 murieron 43 carpinchos atropellados, la mayoría en zonas de alto tránsito vehicular mientras buscaban alimento.
Ante la presión vecinal y la preocupación por la protección de la especie, el secretario de Turismo, Ambiente y Deportes de la Nación, Daniel Scioli, anunció un plan piloto que incluye dos ejes principales: el traslado de ejemplares en riesgo y la aplicación de vacunas anticonceptivas.
El traslado de los carpinchos
Se seleccionaron tres familias de carpinchos (unos 70 animales) que habitan en zonas especialmente vulnerables, cercanas a avenidas, para ser reubicados en una isla de 60 hectáreas en el Delta del Paraná, que funcionará como reserva natural.
El operativo, previsto para fines de agosto de 2025, será financiado por la desarrolladora Nordelta SA y supervisado por organismos públicos y veterinarios, con seguimiento sanitario antes y después del traslado
Vacunación anticonceptiva
Paralelamente, se gestiona la importación y aplicación de una vacuna anticonceptiva de una sola dosis, que se suministrará mediante dardos. El objetivo es frenar el crecimiento poblacional sin recurrir a métodos invasivos. La aprobación final de estos procedimientos depende de la Dirección de Flora y Fauna de la provincia de Buenos Aires.
El contexto es más amplio
El conflicto de Nordelta es apenas un ejemplo de un fenómeno más amplio en el conurbano bonaerense. Se estima que hay unos 3 mil carpinchos en Tigre, San Fernando, San Isidro y Escobar, zonas donde el desarrollo inmobiliario avanzó sobre humedales y alteró los ecosistemas originales. La capacidad reproductiva de la especie y la falta de depredadores naturales complican aún más el control poblacional.