Wimbledon, el torneo de tenis más antiguo del mundo, utiliza alrededor de 55 mil pelotas por edición, según datos del propio All England Club. Una vez que las pelotas pierden su rendimiento en cancha, la incógnita era qué hacer con ellas. Durante años, muchos se vendían a aficionados para recaudar fondos para la Fundación Wimbledon, pero otra parte comenzó a tener un destino inesperado: la protección de la vida silvestre.

Gracias a una alianza con Wildlife Trusts, la red de organizaciones benéficas de Reino Unido, las pelotas usadas se convierten en casas para el ratón de campo (Micromys minutus), una especie en descenso por la pérdida de su hábitat natural debido al avance de la agricultura intensiva y el cambio climático. El proceso es sencillo; se les abre un pequeño agujero para que los roedores puedan entrar y salir, y luego se instalan en postes entre la vegetación, donde ofrecen protección contra depredadores y mal tiempo.

Estos diminutos mamíferos (que pesan entre 4 y 6 gramos) acostumbran a construir nidos esféricos en la hierba alta. Sin embargo, la desaparición de pastizales naturales dejó a muchas poblaciones sin lugares seguros para criar. Las pelotas de tenis, por su forma y resistencia, resultan ideales para suplir esta carencia.

El impacto ecológico y el compromiso de Wimbledon

El proyecto lleva más de 15 años en marcha y es parte de una estrategia integral de sostenibilidad de Wimbledon, que también incluye la reducción del uso de plásticos y la promoción de la biodiversidad en el entorno del club. Según especialistas, esta iniciativa contribuye a mantener el equilibrio del ecosistema local, ya que los ratones de campo dispersan semillas, controlan plagas y son presas de aves y otros animales.

El ratón de campo figura entre las prioridades del Marco de Biodiversidad Post-2010 del Reino Unido. Su hábitat natural se redujo y las consecuencias del cambio climático agravan su vulnerabilidad.

¿Qué sucede con el resto de las pelotas?

No todas las pelotas terminan como hogar para ratones. Muchos se venden a asistentes al torneo y lo recaudado se destina a causas benéficas. Otros se reciclan para aprovechar el caucho de su interior en la fabricación de pisos para instalaciones deportivas. El objetivo es maximizar el aprovechamiento y minimizar el impacto ambiental.

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