La preferencia por consumir más sal de lo recomendado podría tener un origen genético. Un estudio clave, presentado en las Sesiones Científicas de la Asociación Americana del Corazón (AHA) en 2016, reveló que una variante específica del gen TAS2R38 genera esta predisposición. Anteriormente, se sabía que el gen TAS2R38 influía en la percepción de ciertos sabores amargos. Aquellos individuos que poseen una o dos copias de una variante específica del TAS2R38, conocida como alelo “G” en la posición rs713598, muestran una mayor sensibilidad hacia lo amargo.

Según esta nueva investigación, la variación en el gen TAS2R38 también influye en otras preferencias alimentarias, como el gusto pronunciado por lo salado. El estudio analizó a 407 personas, la mayoría mujeres, con edades entre 50 y 52 años y un índice de masa corporal (IMC) promedio de 32,9, indicativo de sobrepeso. Se descubrió que aquellos participantes con una o dos copias del alelo G eran 1,9 veces más propensos a consumir más sodio que el límite recomendado por la Asociación Americana del Corazón. Curiosamente, no se encontraron diferencias significativas entre estos grupos en el consumo de otros componentes potencialmente dañinos para la salud cardiovascular, como el azúcar, las grasas saturadas o el alcohol.

Jennifer Smith, directora de esta investigación presentada en las Sesiones Científicas 2016 de la Asociación Americana del Corazón, propuso dos teorías principales sobre esta conexión entre la percepción del amargo y el gusto por lo salado: “Hay algunas investigaciones que sugieren que las personas que perciben el sabor amargo más intensamente también pueden degustar la sal más intensamente y disfrutar más, lo que lleva a un aumento de la ingesta de sodio”. Luego, añadió una segunda teoría: “Otra teoría es que utilizan la sal para enmascarar el sabor amargo de los alimentos y consumen más sodio”.

Consumir sal en exceso puede aumentar el riesgo de complicaciones cardiovasculares. Comprender la predisposición genética puede ser una herramienta valiosa para tomar decisiones alimentarias más informadas. Al respecto, la científica Smith concluyó: “Al identificar qué variante genética tiene una persona, es posible ayudarla a tomar mejores decisiones alimenticias a través de una educación personalmente adaptada a ellos”.

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