La construcción de una gigantesca planta de Gas Natural Licuado (GNL) en Punta Colorada, Río Negro, amenaza uno de los tesoros naturales más preciados de Argentina: el Golfo San Matías. Este proyecto, impulsado por YPF y Petronas, promete miles de millones de dólares en exportaciones y la creación de empleo, pero a costa de un daño irreparable al ecosistema marino.

El Golfo San Matías, hogar de especies emblemáticas como la ballena franca austral, el pingüino de Magallanes y el elefante marino, podría convertirse en una zona de sacrificio. La planta de GNL, con sus emisiones de metano y el riesgo de derrames, pondría en peligro la supervivencia de estas criaturas y alteraría el equilibrio de todo el ecosistema.

¿Un negocio a costa de la naturaleza? Las comunidades costeras y organizaciones ambientalistas advierten sobre las graves consecuencias de este megaproyecto. La contaminación acústica, la destrucción de hábitats y el aumento del tráfico marítimo son solo algunas de las amenazas que acechan a esta región. Además, denuncian irregularidades en el proceso de aprobación, como la modificación exprés de leyes y la falta de participación ciudadana.

El Acuerdo de Escazú, un tratado internacional que garantiza el derecho a un ambiente sano, queda en entredicho con este proyecto. La evaluación de impacto ambiental ha sido calificada como insuficiente y no considera la conectividad entre los distintos golfos de la región.

¿Progreso o retroceso? La transición energética es un objetivo fundamental, pero no a cualquier costo. La planta de GNL en Río Negro plantea un dilema: ¿Estamos dispuestos a sacrificar un ecosistema único para impulsar el desarrollo económico? Las comunidades afectadas y los expertos advierten que los beneficios económicos a corto plazo podrían tener consecuencias ambientales devastadoras a largo plazo.